LOS GRANDES RÍOS DEL VINO


La vid es una planta que se puede cultivar sin problemas en casi cualquier terreno. Se pueden producir buenos vinos en cualquier clima: desde el subtropical de Canarias, el mediterráneo de Montilla o el del litoral mediterráneo de Penedés, hasta el continental más extremo de algunos de los vinos de Castilla-León. Sin embargo, si hay algo que caracteriza las zonas más famosas de vinos es su situación en el valle de algún río.

¿Qué es lo que hace que las orillas de los ríos sean tan idóneas para el cultivo de la vid? Por un lado, junto a los ríos la pendiente es mayor y la tierra suele tener un mayor drenaje, con el subsuelo más erosionado por el constante discurrir del agua hacia el cauce del río.

Esta es una de las mayores cualidades de un buen terreno para el cultivo de la vid: el drenaje, que obliga a las raíces a un sobreesfuerzo para conseguir nutrientes, para que el fruto -la uva- crezca aprovechando los nutrientes de la misma planta más que del suelo.

Además, el cauce de un río propicia un microclima más húmedo en el entorno, lo que protege de las heladas en invierno, y de los calores excesivos en verano. Las vides, tan sensibles a las enfermedades, se aseguran un clima menos extremado, y se facilita su desarrollo.

Si hacemos un repaso por las zona de vinos más importantes de España, podemos ver cómo se corresponden con el cauce de algún gran río: el vino Rioja, en los márgenes del Ebro y el vino Ribera del Duero, en cuyo nombre ya apreciamos la influencia del río, son sólo los exponentes más conocidos. Pero también son zonas de vinos la Ribera del Guadiana, la Ribera del Arlanza, Ribera del Júcar, Toro, Rueda, Manzanilla de Sanlúcar,...

Si salimos de España, podremos encontrar grandes ejemplos: el vino Oporto, por ejemplo, se cultiva en terrazas cultivadas en las orillas del Douro, el mismo Duero español. En Francia, el vino Burdeos más famoso se sitúa a orillas del Garona, y se hacen magníficos vinos en el valle del Loira y del Rhône (Ródano). En Alemania, son bien conocidos los vinos de las zonas Mosel (bañadas por el afluente del Rhin del mismo nombre), y Rheingau (junto al mismo Rhin). En Italia, el Tanaro, un afluente del río Po, visita las zonas de Barolo, Alba, Barbaresco y Asti, ¡casi nada!

Prácticamente en todos los grandes ríos de Europa se producen grandes vinos.

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MADEIRA



Los vinos así llamados, son producidos en la isla portuguesa Madeira, originalmente “encabezados”, es decir, aumentándole su graduación alcohólica, mediante el agregado de un vino de mayor producción o de algún alcohol, método que originalmente usaron los británicos para aguantar el traslado desde Madeira a otras zonas de consumo, los británicos lo hicieron conocer por todo el mundo, alcanzando gran popularidad y aprecio en las Islas Británicas.

En 1703 entre Portugal e Inglaterra se firma el Tratado de Melhuen por el cual los vinos portugueses pagaban un tercio de los derechos de aduana en su entrada en Inglaterra y el textil inglés no pagaba nada en su entrada en Portugal. Como es lógico tanto los de Oporto como los de Madeira supieron aprovechar la ocasión y ello motivó un desarrollo enorme para estos vinos, los cuales de Inglaterra pasaron al continente y al nuevo mundo americano, logrando fama universal, hasta el punto que en la proclamación de independencia de los Estados Unidos en 1776 se bebió Madeira. La influencia inglesa llegó a tal punto que la isla fue durante muchos años fue base naval y militar inglesa. De igual modo, fue la bebida preferida de las monarquías europeas y de la corte del Zar de Rusia, en la cual mientras los hombres lo bebían las damas lo usaban como perfume personal.

LA LUNA Y EL VINO



La influencia de la luna es importante a la hora de podar las cepas. La norma general para la viña es podarla en Menguante para obtener sarmientos robustos y excelentes racimos. En Creciente los sarmientos se alargan más pero con menos grosor de madera y las uvas resultaran pequeñas.

Se recomienda efectuar las labores de la parcela en Luna Vieja. Quedara la tierra desmenuzada,
con pocos terrones y sobre todo con más capacidad de retención hídrica.

En cuanto a la obtención de nuevas plantas, tanto el pie como el injerto se cortaran de la planta madre en Luna Llena y preferiblemente dos días después de haber hecho el pleno. Cuando llega el momento de injertar, el viticultor elige la fase. Ello obedece a dos razones básicas: 1ª) Tal como anteriormente se ha dicho, los cortes hechos en Luna Vieja conservan la madera. 2º) Esta fase es contraria al crecimiento, por tanto frena el desarrollo de las yemas a favor de la buena unión del injerto.