El color
del vino viene dado por el color de la piel de la uva con la que se haya
elaborado, así, un vino blanco proviene de las uvas verdes o blancas, un vino
rosado se obtendría dejando macerar brevemente el mosto con la piel de la uva y
un vino tinto se obtendría dejando macerar el mosto con la piel de la uva hasta
alcanzar el color deseado por el enólogo.
El tiempo cambia el color del vino, o sea, el proceso de guarda provoca en los vinos cambios significativos en su color, los vinos tintos terminan aclarándose y los vinos blancos se oscurecen.
El tiempo cambia el color del vino, o sea, el proceso de guarda provoca en los vinos cambios significativos en su color, los vinos tintos terminan aclarándose y los vinos blancos se oscurecen.
En un proceso de guarda prolongado el color del vino se apaga perdiendo su brillo y su intensidad, el rojo violáceo mas o menos intenso va virando luego al púrpura, al rubí, y cuando viejos, a un rojo amarillento rojo teja. Los tonos anaranjados o granate suelen observarse en los vinos tintos muy viejos.
Con los vinos blancos ocurre lo mismo y quizás son más fácilmente detectables, de hecho, no hace falta que pase mucho tiempo para que empiecen a oscurecerse. La evolución del color del vino blanco sería la siguiente: blanco papel, amarillo pálido, amarillo verdoso, amarillo limón, amarillo paja, amarillo dorado, oro verde, hoja muerta, maderizado, ámbar.
Se encuentran vinos rosados de color: rosa, clarete, rosa franco, rosa violeta, rosa cereza, rosa carmín, piel de cebolla.
El color rosado, como los tintos, varía en función del tiempo, un rosado violeta, cereza o carmín, con el tiempo, pierden en intensidad, para acercarse más al rosa viejo o piel de cebolla.
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