Para poder
disfrutar del espectáculo del cava en la copa es necesario que ésta sea alta y
larga con la boca recta, tipo flauta o un poco abierta, del tipo tulipa. Cuando
servimos un cava o un champán, el vino se nos manifiesta en la copa a través de
estos tres elementos: el perlaje, la corona y la espumilla.
El perlaje es el largo y constante rosario de
burbujillas, que partiendo del centro de la copa (por
esos conviene que sea larga), llega hasta el centro de la superficie. Un
perlaje constante y de burbujas pequeñas y finas indica un cava de calidad. Una
burbuja gruesa y rápida es signo de juventud.
La corona es el conjunto de burbujas que cuando llegan a la superficie del
líquido se desplazan hasta las paredes de la copa y se quedan allí pegadas.
La espumilla o espuma es el conjunto de burbujas que en vez de desplazarse
hacia las paredes de la copa se acumulan en el centro y bailotean alegremente
formando como una delicada puntilla o encaje, más o menos redonda: esta espuma
o espumilla es la deseada por los cavistas y aficionados y su presencia es
prueba definitiva de un cava de clase.
Un aspecto esencial es que la copa se debe lavar con agua , sin detergente, ya
que éste es el gran enemigo del cava. La presencia de detergente, aun aclarando
a fondo es nefasto y su efecto puede durar semanas. El detergente impide la
formación de las burbujas.