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Uno de los episodios menos conocidos de la Segunda Guerra Mundial es el afán del Tercer Reich de expoliar el mejor vino de la Francia ocupada. Aunque el mariscal Hermann Göring puso gran empeño en ello, la oposición de los viticultores franceses lo impidió.

Como si existiera sintonía entre vino y conflicto, en la Francia de 1939 (año del inicio de la Segunda Guerra Mundial) tuvo lugar una de las peores cosechas. A este desastre siguió en 1940 el de la rápida derrota de Francia ante el impetuoso avance alemán que obligó al gobierno galo a firmar un armisticio en junio. Como en otros países, la ocupación alemana fue acompañada por el expolio siguiendo directrices del voraz mariscal del Reich, Hermann Göring.

Pero Góring no pudo satisfacer sus propósitos, pues topó con una eficaz resistencia pasiva de los viticultores franceses. Estos escondieron sus mejores vinos tapiando con muros camuflados parte de sus bodegas. Las nuevas paredes no sólo protegieron los caldos, sino también a judíos en peligro y a miembros de la Resistencia, que en algunos casos fueron trasladados clandestinamente de un lugar a otro en toneles.



Aunque hubo oficiales germanos que hicieron respetar las posesiones francesas, otros las saquearon sin miramiento y el vino fue un producto codiciado. Durante dos meses de pesadilla, los productores de vino de buena parte de Francia sufrieron una verdadera orgía de saqueos.

La región de la Champagne resultó la más castigada. En las primeras semanas de ocupación los soldados germanos se llevaron dos millones de botellas. En Borgoña las bodegas de quienes huyeron fueron expoliadas.

El envío de champán y vino a las tropas alemanas tenía un coste inesperado para los ocupantes, pues la Resistencia analizaba los destinos de los suministros y deducía donde se preparaban ofensivas, como sucedió con la que el Reich tramó en Rumania en 1940 o en Egipto en 1941, al enviarse un gran alijo al famoso general Erwin Rommel.

Paralelamente, a partir de 1941 el vino empezó a escasear en Francia. La producción disminuyó debido a las requisas alemanas tanto de hombres (lo que dejaba a las viñas desabastecidas de mano de obra), como de caballos y camiones (lo que obstaculizaba gravemente su cultivo y distribución).

Si 1939 había sido una de las peores cosechas, la fortuna climatológica hizo que 1945 -el año de la victoria- fuera una de las más excelsas. Este hecho marcó la entrada del negocio del vino en una nueva era en términos de cultivo y producción que permitió su comercialización masiva. Los Kladstrup describen así este proceso: "en cierto sentido, la de 1945 fue la última gran añada del siglo XIX. Para los viticultores y cultivadores, el final de la guerra marcó el principio del siglo XX, cuando los tractores de eje alto substituyeron a los caballos y las máquinas embotelladoras sustituyeron a las mujeres que hacían tradicionalmente ese trabajo, de modo que ya no quedó ninguna duda de que se iniciaba una nueva era en la producción del vino".

....We'll always have Paris. ;-))