SABOR DE LUZ





 La activación de la “quiebra cúprica” en los vinos blancos por el efecto de la luz, es un fenómeno conocido desde antiguo, pero últimamente se ha investigado la presencia en los vinos de compuestos azufrados de olor desagradable, en vinos que han permanecido bajo el efecto de la luz, produciéndose una alteración aromática conocida como “sabor de luz”.

Este fenómeno se produce cuando el vino se encuentra a una temperatura superior de 20º C y está embotellado en botellas de vidrio que reciben la luz solar o determinados tipos de luz artificial. Intervienen en el desarrollo de este proceso, las pequeñas cantidades de vitamina B2 que contienen los vinos y los aminoácidos azufrados del vino, como la metionina, transformándose los últimos en compuestos de olor desagradable como el metionol de olor a coliflor cocida o el dimetilsulfuro de olor a humedad.

UN COMETA EN EL CORCHO




Las botellas, había 168 de ellas en total, tienen una historia fascinante. El barco, que no ha podido ser documentado en ningún registro, naufragó sin dejar constancia y por tanto se desconoce la fecha precisa en la que se produjo y permaneció a unos 50 metros de profundidad en el Mar Báltico entre Estocolmo y Helsinki.

Cuando descubrieron el pecio y las botellas en horizontal y envueltas en paja, el buzo Anders Näsman y su equipo subieron la primera botella el 6 de junio de 2010. La sumiller Ella Grûssner  fue la primera persona en catarla. Tenía un sabor muy dulce, sabía a roble y tenía un olor muy fuerte a tabaco, y había burbujas muy pequeñas. La botella en sí misma era una hermosa muestra de un soplado artesanal de vidrio pesado, con un color gris verdoso bastante alejada de cómo es una botella de champagne de hoy en día.

El champagne ha sido identificado como procedente de Veuve Clicquot  por el sello de un cometa en el corcho, que la firma empleó para conmemorar que un cometa cruzó la región de Champagne en 1811. Al cometa se le atribuyo el milagro de una excelente cosecha, por eso el nombre de Cuvée de la Comete para el Vintage de ese año.

POSOS




La formación de sedimentos es un fenómeno natural en los vinos. Es el resultado de no haber intervenido de forma radical en el proceso de elaboración y crianza, mediante fuertes clarificaciones o intensas filtraciones. No sólo no son defectos del vino, sino que son síntomas de calidad  y respeto a una forma de trabajo natural.

Con el paso de los años se forman esencialmente dos tipos de sedimentos: los tartratos y la materia colorante. Los tartratos son cristalizaciones naturales procedentes de la uva. El más habitual es el Bitartrato Potásico, sales del ácido tartárico que precipitan por la acción del frío y del alcohol. Los vinos más viejos también tienen más precipitación de la materia colorante (antocianos) Esta sedimentación presenta el color correspondiente a la edad el vino y reduce en el vino su intensidad.

 

Como librarse de los posos

  1. Consultar la etiqueta antes de descorchar la botella. Muchos elaboradores advierten en ella de que sus vinos no han sido clarificados ni filtrados y, por tanto, pueden presentar sedimentos.
  2. Dejar reposar la botella en posición vertical durante unas horas antes de descorcharla. De esta forma, uno se asegura que los posos se han depositado en el fondo.
  3. Descorchar la botella sin movimientos bruscos y manteniendo la verticalidad, servir con mucho cuidado y no apurar todo el contenido de la botella.
  4. O, mejor aún, pasar (también lentamente y con cuidado) el vino a un decantador fijándose muy bien cuándo el vino empieza a estar turbio. Esto es infinitamente más fácil de apreciar si se coloca un foco de luz detrás. El vino del decantador estará libre de impurezas y la botella se habrá quedado con aproximadamente un dedo de vino y todos los posos.

En Portugal los posos del Porto Vintage se untan en pan con un poco de mantequilla.


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